El duende y su árbol

Ella era una guerrera en un mundo de paz.
Luchadora, nómada, con una misión,
Despertar y conectar al hombre con su naturaleza.
Porque ese era el deseo de aquel planeta.
Él era un hombre dormido,
que mascullaba en silencio todo el rencor hacia si mismo,
a través de las féminas que tenía alrededor.
por verlas domesticadas, Anuladas. Siendo sin ser.
y aún sabiendo que aquello  era una herencia genética ,
con misteriosa forma de sanar, que él todavía no podía comprender.
Él se enamoraba de mujeres guerrilleras, libres por naturaleza, sabedoras de su don dador y su poder...
ellas la representación humana de la naturaleza,  que era ese planeta.
Él, enamorado sólo de quienes eran Sabedoras de su fuerza..
Y sabía, si, claro que sabía, que el amor las idiotizaba, sin tener claro que el hombre, cómo piedra en el camino, como trauma, provocaba en ellas diversas formas de enfrentarse al amor,
Sumisión, lucha de poder... Tal vez.
Que va... En tiempos arcaicos el saber lo que cada quién vale, valía más que el hecho del mismo género.
Pero entonces quien era él, se preguntaba mascullando aún con mas fuerza, su rabia interna y su amor a la vez, hacía la imagen de la mujer
Ella, vio esa luz dentro de aquella oscuridad..impenetrable.
Y entonces creyó que ese corazón bien merecía despertar, poniéndole voz...
Despertando aquella fuerza enterrada en su corazón,
la fuerza de todos aquellos elementos de la naturaleza.
corazón de árbol con esencia de avellano.
Compañero de vidas pasadas,
cuando convivía juntos como hermanos.
Antes de la era del hierro y la oración.



(23 junio. vetusta morla)

El Hombre descubrió entonces,
que la única manera que tenían las mujeres de luchar por ser salvajes,
era de aquella forma en la que el hombre les enseñó.
Huyendo hacia otros hombres, para seguir cayendo en la Red de la sumisión.
Trampa perfecta del macho hacia la hembra.
Y al hombre se le revolvía el alma,
y la mujer sin saber muy bien  que hacer.
Y al duende se le escapó el habla,
cómo no queriendo, pero queriendo:
"No desesperes,
 no odies,
 no es personal,
no está en tu mano,
salvo si te dejas.
Porque puedes susurrar al inconsciente,
corazón,
la razón de esa semilla,
que se plante a través del viento,
que la tierra lo sabrá depositar en aquel corazón que realmente lo sepa escuchar...
esa voz y forma tuya de amar así,
con la razón del pensamiento,
pero que haga temblar al Corazón,
ablandarlo,cómo
cómo huerto labrado,
y así poder sembrar esa semilla,
la fortaleza de saber quienes sois realmente,
y que germine al sol, del propio pensamiento,
de la intuición, cuando se quiere escuchar al mundo...



(Los buenos. Vetusta Morla)

Pues el Hombre Era guerrero,
también. Era un luchador, del mismo sueño.
Del mismo tiempo.
Lo que la duende no sabía es que aquella voz en forma de semilla germinó también en su propio corazón.
núcleo del mundo, humedeciendo su piel de musgo. electrizando su mente, humanos despiertos, humanos durmientes..erosionando en ciclo natural sus huesos de piedra, corteza de la tierra.

Ella, luchadora., Pudo entonces comprender. Que en su mano estaba. Dejar de ser aquella humana,
que al hombre le tenía miedo, por no saberlo herramienta y complemento, que en acto de amor, al planeta moldeaba y al revés, en simbiosis perfecta, en conjunción de amor, de aquella manera.

Y el hombre?,
¿amaría entonces, a la mujer?,
¿camuflada de la única manera que sólo ella se sabía ser?.. Que era, dejando se ser realmente.
Durmiendo al duende, haciendo suya aquella piel.
Que olvidó sus propios miedos y traumas escondidos desde que su piel era niña e inocente ..
Su propio odio al hombre.
Camuflandose en sumisión como prueba,
hacia el hombre y sus ansias de poder,
ante la debilidad de cada quién-
Y aquel hombre decidió por una vez, ser, aquella verdad, que nunca supo, que era tal...
Y el tiempo diría,
De esa manera, tan igual tan diferente, tan única, tan verdadera.
Porque no hay camino hacia la libertad, y el despertar , que es lo mismo, no hay.. sin amor.
Y entonces se vieron, al entenderse, ella la pluma, él la tinta, para escribirle al planeta, lo que pasaba cuando el hombre y la mujer despiertan.


(el porque de tus silencios. Bunbury)


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