El duende del Avellano

Dicen las malas lenguas que tal vez no sepas que la burbuja en la que vives no es eterna. Yo no soy hechizera, ni bruja ni guerrera, ni veo en una bola de cristal, o en los huesos de la raposa, lo que está por llegar, lo que va a suceder ahora. Pero presta atención atentamente, tu que escuchas, que no me ves, pero me sientes. Existen lunas que son farolas. Y canciones que no se dejan entender. Existen sueños que no se cumplen. E ideas que no se ven. Y..ahora escucha, aún sin saber, sólo escucha y déjate ver (Antonio Vega. Vapor) Y en las largas noches de Septiembre . Cuando más oscuro esta el cielo, y también cuando menos se duerme. Una sombra aparece por el callejón. Ser aquél que no se deja ver. Ser divino y fantasmal que con paso pausado se acerca casi sin mirar, Recordando la raíz de tu misterio, Esa que no puedes olvidar. (Columpio asesino. La marca en nuestra frente) Pero no sólo su sombra se aparece en sueños de nocturnidad ciega. También la sombra de

Ella llegó sin pretensión alguna. Pero al llegar sus heridas de días pasados, tormentosos y mal encarados, fueron sanando. Llegó sin proponérselo y casi dijo que sí al lugar, sin pensarlo. Se encerró en su casa y en los caminos de montaña. Se encerró en su trabajo y en aquello que le llenaba. Pero su encierro duro poco, sólo unos meses de mirarse hacia dentro, de sentir su alma al completo. Luego llegó el buen tiempo, la gente, y aquella mirada que se le enganchó dentro. Fue una mirada que apenas duro segundo y medio. De distancia corta, de absoluto silencio, pero una mirada que sin saberlo, al corazón le hablaba, susurrando que ese era el lugar, y que ese era el momento. Pues no hay otro momento mas certero que cuando se vé cómo en un espejo, a través de ojos ajenos. Ella no lo supo hasta tiempo después, y él?, Él  sigue sin saberlo   (Rosendo. Me he enamorao.) Luego apareció el cuerpo a cuerpo, que cómo placas tectónicas se acoplaban y desacoplaban en armonía perfecta, o

Tal vez sólo era un viaje más. Un viaje para poder descargar toda esa energía mal enfocada y poco desarrollada. Un viaje hacia algún lugar con vistas al mar. Donde ser sólo uno más. Sin sentir todas las miradas sobre él y sus acciones. Sobre él y sus reacciones. Tal vez, poder incluso descansar de aquellos amores que no llegaron a ningún lugar. Que no se anclaron en su pecho, o no tanto cómo para quererse quedar. El bullicio de la gente acallaria su inquieto corazón. Pues tan poco acostumbrado estaba a los sonidos que invitan a la calma, tan poco acostumbrado estaba a dejarse arrullar por esas melodías únicas que llenan de paz, que  los silencios de su hogar no dejaban silenciar a su mente que nunca callaba. Tal vez el rumor del mar, con sus olas besando a la playa, le pudieran transportar hacia la plenitud del Yo. Y olvidar. Olvidar aquella mirada mezcla de reproche, pasión y sumisión que le perseguía como si fuese pesadilla, desde que la conoció. Otros cuerpos, otras mirada