Presente del Imperativo

Fue una madrugada de enero
El sol Aún no había despuntado al alba.
Salió de puntillas, para no ser escuchada
Aún no hacia el frío de la humedad del rocio.
Ni las nubes, su mirada levantaban, del suelo mullido.
La noche fue llovida, tal vez por eso el clima, a esas ocuras horas, templaba.
Ya terminado lo que había venido a hacer, con gusto dulce en la garganta se marchaba.
En silencio, medio huyendo, pero esperando volver.
Nítido en su recuerdo,  las cumbres nevadas y escarpadas.
Borroso en el corazón,  aquel amor del que ya no espera nada.
Y así es el invierno, con luz oscura desde bien temprana tarde hasta bien entrada la mañana.
Y así la despedida, sin un beso o un abrazo, sin una palabra, ni signos de esperanza.
El destino incierto. Con sólo una puerta cerrada, mil ventanas se abrieron.
La mente despejada, de cualquier atisbo de descontento.
Ya no quedaba nada.
Salvo el recuerdo,  constante y latente,
La mirada fija al horizonte, a ese cielo de inexistente presentimiento.
Pasado y presente conjugados en un sólo verbo.
Y el futuro muy quieto detrás,  esperando su turno, en la casilla de salida de lo que vendrá después de ésta larga despedida.
Aún puestas las vestimentas de quien se era, y debajo un cuerpo nuevo, que sin lumbre, calienta.
La despedida de algo inextirpable. Costra de una herida abierta, que no se cura. Que la esperanza la mantiene húmeda. Herida de sangre fresca. Como el agua constante de un Arroyo sin presa. Circuito circular de un bucle de olvido que, no cae al vacío.
Ciclo de la vida, la constante repetida, del pasado Y el presente. Y el futuro?, en su callejón sin salida, observando la larga y torpe despedida .
Y a las puertas la luz clara y permanente,  el corazón caliente, la mirada fría y La algarabía.
Sin decadencia ni obsesión.
A las puertas de un Yo frío y consciente, pero siempre con el corazón dando la respuesta inminente.
Como nebulosa de un algo no formado, contorno desdibujado y en constante cambio que poco a poco refleja un resultado.
Como cielo de aparente tormenta, que se va abriendo en nubes desilachadas, avisando de un tiempo que cambia.
Como la rutina paisajística de un camino que sin querer se muere.
(Antonio vega. Tuve que correr)

Y tras el pasado y el presente,
La mirada desvanecida hacía un sol meridiano.
Ensoñación de un submundo de pensares aún no nacidos, no sacados a la luz, no representados.
El telón bajado y la platea llena, esperando el inicio del espectáculo, 
Pero ya las luces han sido apagadas y la música, preámbulo del inicio de éste nuevo camino, envuelve a los oídos. Al público silencioso que aguarda.
Tras las cortinas tupidas del pasado, un presente inexistente y silencioso, nervioso y ansioso, que repite el guión, una y otra vez. Como embrión del futuro naciente. 
El acto, tal vez determinante, de una obra improvisada, se haya frente al último juez.
Implacable y perfeccionista.
De mirada viva, inquisidor de cualquier cobardía,  o desaire. Puntilloso con los detalles y que no olvida el mensaje del libro que inspira a la representación última, tan larga y compleja como lo que queda de vida.
(La polla récord. Hoy es el futuro)

Y así quedará representada su vida. Con un futuro en la palestra. Disfrazado de presente. Representando 
Con cada movimiento y cada lugar, un motivo holistico. Algo determinante para la consecución del guión de éste libro finito. De una meta con varios objetivos. 
Y un sola senda a trazar.
Improvisación e imaginación siempre le fueron más tentadoras.
Pero es hora, de escribir cada capítulo en futuro pluscuamperfecto , pues la seguridad de las cosas Sabidas dará un enfoque nuevo, al libro de su historia personal.
El mapa abierto sobre la mesa, señalado el camino y
trazado con curvimetro, para no perderse entre las flores olvidando su destino.
los puntos clave resaltados para no morir de sed y descontento.
El perfil de la senda delineado, con su desnivel bien calculado,  que el corazón no se agote, y las piernas sirvan de aguante, motor imparable que da aliento al caminante.
Y sin pesos adheridos a la espalda de pasados tortuosos que envenenan la trama.
(Vetusta Morla. La deriva)

El futuro en pluscuamperfecto, el presente siempre infinitivo  y el pasado?. A veces en  gerundio y a veces en participio,
Llamando en imperativo al presente para transformar al futuro haciéndose el valiente.
Que siempre tuvo alma de protagonista, acaparador en la pista del baile de la vida.

Empieza la visualización de la próxima danza. Baile acompasado, lleno de palabras y sonidos envolventes, un mirarse hacia dentro, de cuando en cuando.
Movimientos cuasi estáticos que como cámara de grabación no sienten ante los hechos, ni frío ni calor.
No se involucra,  no participa, salvo si el pasado se enticipa y reaparece, con el traje de la conciliación, pidiendo disculpas al director, por ser omnipresente.
Buscará su sitio entonces, bajo el escenario, dando el pie al guión, pero unicamente cuando las letras, con su música, no sean nacidas en el momento preciso para sorprender con movimientos unísonos a la cámara que observa el resultado final. Desde una distancia prudente, donde poder englobar con el objetivo todo lo que sucede.
(Nacho Vegas. Las manos dentro del agua )

Danza de sinuoso baile pausado, lento en los movimientos, para no perder detalle, de lo que la obra va mostrando.
Y la obra es la vida misma, es el nuevo lugar, lo que queda de camino, y el mismo objetivo, conjugado en mil estilos.
Y la vida es la obra misma.
De protagonista, lo que acontece, lo que se ve y también se siente.
De juez y director, ella, la que escapa,
 huida de madrugada, sin abrazos de despedida, ni ruidera en su mirada. Pero con lágrimas, si, porque cuando una historia, al llegar a su fin emociona, se llora. De tan bonita o tan cruel, o porque simplemente se acaba. Y sabemos que hay vivencias, que cómo una película grabada, podemos una y otra vez volver a ver, acomodadas en nuestro sillón,  con el pasado de pantalla, y el presente para comer.
Pero otras, las que emocionan en lo más profundo,  las buenas películas,  deben ser guardadas, como elementos de coleccionista, para que no las estropee el tiempo, distorsionando la imagen por su continuado uso.
Y porque ella lo sabe, sabe de ésta larga despedida que aún en la distancia siempre vuelve. Como si aún quedarán renglones por escribir, cómo si la palabra fin no se pudiera aún definir.
(Bunbury. Lady Blue)

Pero como la entonación de alguna vieja canción, cuando el fin se aproxima, reaparece un nuevo principio.
Un Principio con estribillo, que aún quedando al ensayo, de poderse  modular con la voz, Espera tranquilo al cuerpo de la creación de la canción.
Canción a estrenar de un nuevo disco. 
Canción en primicia, editandose y masterizandose, en algún lejano estudio de grabación.
Y El cuerpo de esta letra musicada recuerda el pasado y el futuro. Dejando al estribillo el lugar presente, entre medias de cada tiempo, y que en él represente, entre notas acompasadas, de donde se viene, y la raíz de lo que se es. 
Tierna la melodía que empapa al alma en una ensoñación, inspirando su futuro, con la alegría de las nuevas mañanas que están sin escribir.
Porque a ella nunca le importó la meta en sí. Fin de sus días, La causalidad de lograrla. 
Si no la vía del ferrocarril, con sus paisajes y peajes, y sus viajeros con quien coincidir. 
Esa vía que la llevaría a la meta a conseguir..al sueño decidido hace ya más de un lustro, por manos ajenas al mundo, que ya desde el vientre materno le susurraban su esencia y sus Por qué. 
 Susurrando al corazón recién formado del embrión, y susurrando también entre lineas la naturaleza y mensaje de éste cuento, que no es más que un momento entre dos tiempos, entre el pasado y el futuro. 
Un paréntesis en el que vaciarse,
Una prueba de fortaleza,
Una libertad pasajera.
Momento de presente vacacional, donde ni la representación de la obra, ni la danza envolvente, ni siquiera la nueva canción reinventan al personaje.
Si no más bien le recuerdan, lo que una vez quedó olvidado, y siempre se ha sido.
(la M.O.P.A. nomadas)

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